martes, 13 de septiembre de 2011

El rey desnudo

El primer intento por definir el ser humano, que me encontré en mi vida, fue en el colegio. "Un ser humano es un animal racional" se nos dijo.

En ocasiones he visto confundir eso con una definición de ser humano. Se le niega a los demás animales la condición de racionales y se sostiene que el ser humano, como especie, es el rey de la creación y la cima de la evolución.

En realidad, para entonces, yo ya había vivido lo suficiente para saber que el ser humano se caracteriza por ser el animal más inteligente pero solo cuando le sale de la gana y poco más.

Al contrario que otros animales que parecen hacer uso de todas sus facultades cuando les interesa, el ser humano parece sufrir una tara que le impide, con frecuencia, hacer uso de la razón incluso cuando lo necesita.

Y, es que hay inteligencia pero además hay emociones y los seres humanos somos antes seres emocionales que racionales. Con frecuencia nuestras emociones acallan nuestra razón.

O, peor aun la simulan.

Hace falta usar la inteligencia para estafar a un rey. Cierto. Pero en el cuento que hoy me viene a la memoria, son las emociones, ciegas las que permiten que se engañe al rey y a todo un pueblo.

A lo largo del blog voy sostener que el ser humano es emocional antes que racional y que la función, vital, de la inteligencia es, a partir de los datos obtenidos, buscar las vías de acción idóneas para adaptandonos a la realidad en la que nos encontramos inmersos alcanzar la máxima satisfacción posible.

Lo voy decir de otro modo: las emociones señalan la meta, la inteligencia es la encargada de descubrir el camino que nos lleve lo más cerca posible de esa meta.

El ser humano sin metas no existe.

La propia cultura y la sociedad no son otra cosa que medios para alcanzar dichas metas.

Cuando los medios resultan satisfactorios son entonces usados y defendidos como tales.

Sucede al contrario cuando los medios fracasan y no proporcionan una ayuda real para alcanzar las metas de los seres humanos. Metas como, por ejemplo, el anhelo humano de que sus descendientes tengan una vida lo mejor posible. 

En circunstancias normales la cultura se encuentra adaptada al medio en el que se vive; pero cuando el medio cambia se produce un periodo de confusión. La cultura trata de adaptarse a las nuevas circunstancias pues así lo buscan los seres humanos que la conforman y a los que conforma.

En tales ocasiones nos encontramos con distintas posturas ante ello y entre las que cada ser humano toma su propia opción  a seguir. Algunos podrán querer y de hecho van querer que nada cambie, pues a ellos les sigue funcionando tal y como esta; otros van buscar adaptar un poco la cultura al nuevo entorno para que pueda seguir cumpliendo su función pero dentro de lo que sería una estrategia de "cambiar algo para que en realidad nada cambie"; un tercer tipo de respuesta a todo ello es tratar de cambiar en la cultura todo aquello que venga bien cambiar. Por supuesto la inmensa mayoría de los seres humanos puede que no hagan ninguna de esas tres cosas, simplemente observaran y terminaran "dando la razón" a quienes mejor les hayan sabido convencer. Ese grupo mayoritario es el decisivo. La sociedad y la cultura tendrán la historia futuro que ellos decidan. 

Ante un nuevo hábitat la población mayoritaria decidirá entre readaptar la cultura y sociedad a lo nuevo o bien llevar a cabo un salto cualitativo y producir en el seno cultural y social una evolución que lleve desde la anterior cultura y sociedad a otras nuevas, más adaptadas a la nueva realidad, si bien conservando aquello que aun les parezca valido de la anterior cultura y sociedad.

Al fin y al cabo todo lo que nace muere y las culturas y las sociedades nacen y por ello también han de morir. Nuestros antepasados vivieron en culturas que ya no son las nuestras, nuestros descendientes vivirán en culturas que ya no serán las nuestras.

No somos ni la mitad de racionales que nos convendría, pero sí lo suficiente para que las culturas y las sociedades sean algo vivo; que nace, evoluciona para adaptarse a los pequeños cambios del entorno y muere cuando ya no sabe evolucionar más.


Hoy la cultura y la sociedad,  ante cualquier mirada honesta, se encuentran desnudas y estafadas. Tengo entendido que entre los chinos existen una maldición, que consiste el algo tan simple como "¡ojalá vivas tiempos interesantes!"...

Pero yo no soy chino o al menos no uno de esos chinos. Y, los tiempos actuales no solo me parecen muy interesantes, precisamente por ser tiempos de cambios...

Es que además los disfruto, precisamente por ello.

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